jueves, 3 de mayo de 2012

"LOS PICHICIEGOS" POR SILVIA BARDELÁS

Un pichi es una persona, un conocido o un amigo tratado en el carácter de aprendiz o principiante. Dícese también del encargado o capataz de fábrica que no cumple bien su función, torpe, vago. LOS PICHICIEGOS. Fogwill by SILVIA BARDELÁS on SEPTEMBER 1, 2010 El Pichi es un bicho que vive abajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura-una caparazón- y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse, se queda pataleando panza arriba. ¡Es rico, más rico que la vizcacha! Al principio empezamos a oír a hombres que viven juntos en algún agujero. Nadie cuenta nada, sólo comentan cosas sobre el mundo que ahora ven claras. Poco a poco se empieza a desvelar su forma de vida, a cambio de información, víveres, tabaco, pilas. Un hombre mantiene una estufa de gas en el agujero para que puedan sobrevivir al frío. Dentro está el miedo y fuera el peligro. De los pichis no tenemos descripción hasta casi al final de la novela y después de saber cómo hablan y cómo viven de manera abstracta, llega la imagen para iluminarlo todo. Eso puede hacerlo la literatura, primero te muestra lo que ellos ven de sí mismos y después lo que nosotros veríamos de ellos si nos los encontráramos sin conocerlos. La narración va dejando el diálogo entre los pichis y se va centrando en el diálogo entre el escritor, un transcriptor, y el pichi que cuenta lo que ha visto. llega un momento en que deja de contar cómo se encontraban, necesita hablar del modo de actuar de los ingleses, de la diferencia abismal con ellos, del asombro de ver llegar a los vencedores antes de empezar. La guerra es otra cosa. ¡Es método! Y ellos tenían método. El método es un concepto magnificado después de conocer a los pichis, a los soldados argentinos que no tienen nada, que ya no tenían nada antes de ser soldados. Los pilotos británicos traen raciones, bote inflable, pistola, largavista, billetes de diez y cien dólares, billetes argentinos, libras de ellos, libras de la isla, cortaplumas, birome, lápiz, pañuelos, chocolate, una radio chiquita que emite una señal de auxilio- que hay que romper antes que nada, para que no alerte a los helicópteros y no vengan más británicos a retirarlo- y tienen papelitos, cartas fechadas la semana anterior, fotos de la familia, carnets de club y credenciales de la RAF y de la RN y hasta tienen tarjetas particulares con el nombre de ellos y el domicilio: calle, número de casa, zona, distrito, condado y código postal y un par de números telefónicos a los que nadie va a llamar porque los pilotos británicos siempre vuelan azules, fríos y muertos a tierra. Mientras, los pichis son como mucho de Rosario o del sur, o del norte, no tienen nada más, no tienen nada que recordar. Fogwill elige a los desertores para contar la guerra actual, donde el soldado no sabe por qué lucha, pero se hace consciente de no ser nada, de ser utilizado y de estar condenado a morir. Este tipo de personaje es perfecto para ofrecernos el absurdo del poder. Los soldados son siempre gente que desaparece, si no muere, calla para siempre, no puede volver a participar del mundo como antes, ha visto algo que ya no le deja creer. El pichi que cuenta lo que ha visto, resulta un narrador perfecto, que no puede ni narrar, que sólo puede largar lo que otro tiene que ordenar. Encuentro que es una novela creíble, quiero decir con esto, que no quiere contar más que lo que puede contar y que ahí está su acierto. La imagen del soldado que ha desertado y sabe que va a morir encima de una colina viendo el espectáculo de armas desconocidas y prohibidas de un ganador impertérrito digamos que es el punto de vista del que parte la novela. Últimamente pienso que quizás en esta época el narrador más elocuente es el observador, sólo con que vaya contando lo que ve es suficiente para asombrarnos. Digamos que vivimos con demasiados discursos y necesitamos un ojo inocente.