jueves, 3 de mayo de 2012

COMENTARIO SOBRE "DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS"

DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS Se manifiestan los elementos más típicos del estilo, tema, y propósito de García Márquez en su novela fantástica, Del amor y otros demonios, que trata de la niña Sierva María y la cuestión de si ella está poseída por los demonios o no. Después de un mordisco de un perro rabioso, la familia de Sierva María piensa que ella tiene una enfermedad demoniaca y que necesita un exorcismo, pero el sacerdote designado Cayetano Delaura piensa de otra manera. Delaura piensa que la niña turbada sufre más de sus padres y la decisión de hacer el exorcismo que sufre de la herida en el tobillo izquierdo. Por medio de un comentario social de la familia, una crítica de la iglesia, y la cuestión del amor como demonio, García Márquez nos muestra que las percepciones sobre el amor pueden ser tan diferentes y confundidas que al final, nadie puede entender el sufrimiento verdadero de una niña enamorada de solamente doce años. Sierva María llega de una familia de clase alta y rica, pero no existe ninguna forma de amor entre ella y sus padres ni entre sus padres mismos, el marqués de Casalduero Ygnacio y su esposa segunda Bernarda Cabrera. Por la falta de amor con su esposo el marqués, Bernarda odia a su hija porque ella es un producto de su matrimonio con él. Pues durante su juventud, Sierva María tiene que pasar todos los días con los esclavos de su familia, y viendo a su criado personal Dominga de Adviento y a otros con quienes aprende música, religión, y la manera de mentir a los dueños. Sierva María llega a ser un producto de la cultura de los esclavos negros, y no de sus padres, pero Dominga de Adviento “que gobernó la casa con puño de fierro hasta la víspera de su muerte, era el enlace entre aquellos dos mundos” (García Márquez, Del amor y otros demonios, 18). Sin este enlace, no hay nexo entre la niña y el mundo de sus padres, y ella puede hacerse invisible cuando anda con los esclavos. Por las mentiras que aprende del mundo de los esclavos, la niña confunde a todo el mundo, aun el lector, sobre la cuestión de si ella está poseída o no. García Márquez utiliza esta característica de Sierva María para añadir el elemento de misterio sobre la niña demoniaca. Hay otro aspecto del comentario social que se centra más en las diferencias y los prejuicios sociales que afectan a las decisiones sobre el exorcismo. Tiene que ver este comentario con el personaje de Abrenuncio, el médico que examina a Sierva María después que recibir el mordisco del perro rabioso. Él es judío y portugués, y por su origen tiene una larga historia de maldad con que la iglesia y la gente lo asocian con el diablo. Bernarda demuestra estos prejuicios porque “prefería morirse como estaba, sola y desnuda, antes que poner su honra en manos de un judío agazapado” (43). También el caballo de Abrenuncio que muere con cien años no es natural, y por eso parece del diablo. García Márquez empieza su crítica a la iglesia aquí porque sus prejuicios sobre el médico Abrenuncio les hacen abogar por un exorcismo innecesario. Se ve la actitud que García Márquez tiene sobre la iglesia de esta época por la crítica de las monjas, el arzobispo, el convento, y todo lo que se asocia con la religión cristiana en la novela. Se destaca el conflicto entre la iglesia y el gobierno con el hecho de que el poder y la riqueza de las monjas están creciendo demasiado, y muestra esto con el poder que la iglesia se impone sobre la familia de Sierva María y su exorcismo. El padre de Sierva María teme que su hija tenga un mordisco rabioso, y piensa que es necesario ponerla en un convento para que pueda purificarse. Se describe la parte del convento donde encierra a Sierva María como “un pabellón solitario que durante sesenta y ocho años sirvió de cárcel a la Inquisición, y seguía siéndolo para clarisas descarriadas” (89). La pobrecita tiene que quedar en el espacio reducido de su cuarto que parece a una cárcel, sin cosas cómodas ni mucha luz. La única cosa que alivia su solitud y dolor es la visita del sacerdote Cayetano Delaura, el que debe hacer el exorcismo, pero creo que no es necesario para una niña que solamente sufre de una familia paranoica sin amor. Las visitas del sacerdote comienzan el amor entre los dos, un amor profundo que crece durante la novela y el tiempo que ella pasa en el convento. Este tema de una relación amorosa entre un sacerdote y alguien que se confiesa a él se repite mucho en la obra de García Márquez. Nadie toma nota del amor creciente entre la niña y el sacerdote porque todos están preocupados por la cuestión del exorcismo. Casi todas las personas en el convento, especialmente las monjas y el arzobispo que temen los poderes demoniacos de la niña, parecen paranoicas sobre la traición de su religión. A la vez, por esta crítica de la iglesia, da respeto a la religión de los esclavos, porque no había problemas como estos cuando Sierva María estaba con ellos. Mientras el tiempo pasa cuando Sierva María está en el convento con las monjas locas y el arzobispo obsesionado con el exorcismo, dos cosas siguen ocurriendo: ella parece más y más demoniaca para los que no la conocen, pero parece más y más inocente, dulce, e ingenua a Delaura, que está enamorada de ella. Ambos Abrenuncio y Delaura aman a Sierva María, y por eso no creen que necesite un exorcismo. En realidad, Abrenuncio piensa que el exorcismo es un demonio. Quizás el exorcismo es uno de los “otros demonios” del título. Sin duda, hay un demonio que la familia y la iglesia piensan que llega de la rabia, pero García Márquez emplea su técnica del realismo mágico para crear una historia que sugiere muchas posibilidades de los demonios que existen en el mundo de Sierva María. Los demonios son las cosas que la evitan ser feliz, o sea, cosas que provocan su dolor y soledad que finalmente le vuelven loca y causan su muerte. Pueden ser los problemas de su madre Bernarda y su pasado, el exorcismo, o el amor en sí mismo. Estas cosas en realidad no pueden ser demonios, pero con elementos del realismo mágico, aunque nosotros no comprendemos, García Márquez hace ideas imposibles y mágicas como si fueran verosímiles, y tenemos que aceptar la historia. Presenta la posibilidad que no es el amor el que es el demonio, sino que es la falta de amor la que es el demonio. Los que creen que el amor es el demonio son los que tienen características demoniacas, pero Sierva María admite a su amiga en el convento, Martina, que “Tengo adentro un diablo” (118). Está diciendo lo que sus padres han declarado, y no sabemos si tiene demonio o no, pero sabemos que está poseída por algo, y probablemente es su amor para Delaura. García Márquez se centra en la familia cruel de la niña, la iglesia, y el realismo mágico que describe los demonios posibles del título hasta el fin de la novela. Solamente al final nos damos cuenta de que el autor nos ha engañado, porque ahora revela que el amor inmenso entre Sierva María y Delaura es el tema central que no ha mencionado mucho antes. La técnica del suspenso sirve para la cuestión sobre la posesión demoniaca. En toda la novela, García Márquez nunca contesta abiertamente a esta cuestión de que ella está rabiosa, poseída, o ambos. Sin embargo, logra sus propósitos de exponer los comentarios sobre los métodos conservadores y severos de la iglesia y una familia de clase alta que no tiene el amor que solamente empeora su situación con el tratamiento de los demonios. De una manera muy irónica, García Márquez muestra que las personas sin amor en la vida parecen más demoniacas que la niña, acusada de ser poseída, y Delaura, el que se opone al exorcismo, los únicos dos que tienen el amor verdadero. Y después de terminar confundiendo al lector con la cuestión de los demonios, García Márquez presenta una cuestión nueva que combina cosas mágicas con elementos realistas para confundirnos aun más. Concluye la novela con el principio: la guardiana nota que “los troncos de los cabellos le brotaban como burbujas en el cráneo rapado, y se les veía crecer” (201) hasta veintidós metros, cuando su cuerpo es descubierto doscientos años después.