9+1 preguntas que no querrás escuchar de tus alumnos
A diferencia de muchas de mis entradas, el artículo de hoy no trata sobre respuestas, sino más bien de preguntas. Preguntas que con mucha frecuencia nos hacen nuestros alumnos durante el curso. Dichas preguntas, por ser tan repetitivas, provocan en el docente varios tipos de reacción. Unos las ignoran, otros se indignan. Sea cual sea la reacción que tengamos, debo confesar, al menos en mi caso, que pocas veces nos paramos a reflexionar sobre lo que representan dichas cuestiones.
Es por ello que el artículo de hoy tiene la intención de recordaros cuáles son estas preguntas que con frecuencia formulan los alumnos en una sesión lectiva. Pero, a parte de recordar dichas preguntas, mi intención es reflexionar sobre ellas y sobre el mensaje que guardan de forma implícita.
Imagen extraída de Shuttershock
Estas son las preguntas que no querrás escuchar de tus alumnos.
1. ¿Entra para el examen? Es innegable que la finalidad de un alumno es más la de aprobar un examen, que no la de aprender del examen. Es algo que realmente es difícil de cambiar, pero no por ello debemos dejar de intentar hacerles ver que si realmente han aprendido lo que les hemos enseñado, la realización del examen no pasa de ser un mero trámite. Pero volviendo a la pregunta, lo cierto es que se trata, por desgracia, de una pregunta que encierra un mensaje no muy bueno. Es por ello que debemos preguntarnos el porqué de dicha pregunta, de si hemos sido lo suficientemente claros a la hora de fijar los apartados de una prueba, de si lo hemos verbalizado correctamente, si lo han anotado en su lugar correspondiente. De ahí que sea importante la sesión previa a una prueba o examen aclarar al máximo cuáles serán los temas, apartados o cuestiones que entrarán, para que así el alumno evite formularnos una pregunta que en ocasiones puede indicar que hemos dado por supuesto algo que no lo estaba.
2. ¿Cuánto falta para que acabe la clase? Esta pregunta es de las que duelen. El alumno puede formularla por varios motivos, pero sin duda uno de los principales es que la sesión lectiva le está aburriendo. En muchas ocasiones no es necesario que nos formulen tal pregunta, ya que basta verles las caras, las continuas miradas a su reloj, o bostezos. Sé que no siempre es fácil enseñar entreteniendo, pero creo que un buen síntoma de que hemos hecho las cosas bien es cuando nuestros alumnos se sorprenden de lo rápido que ha transcurrido la sesión lectiva. En este sentido creo que es importante diversificar al máximo las clases para fijar la atención y para ganar la batalla contra el tiempo. Al respecto os recomiendo la lectura del artículo titulado 7 consejos para gestionar correctamente el “tempo” de una clase.
3. ¿Puedo ir al baño? No me extenderé en esta entrada, puesto que ya escribí un artículo expresamente para esta pregunta. Se titula Profesor, ¿puedo ir al baño? O sobre la igualdad de sexos en el aula. Seguramente sea uno de los artículos que más polémica han generado, aunque en absoluto era mi intención.
4. ¿A lápiz o a boli? Esta es otra de las preguntas que en determinadas edades es difícil que no nos hagan. Pero se trata de una pregunta más que evitable, si desde el principio de curso dejamos claro aquello que queremos que escriban a lápiz y aquello que queremos que escriban a bolígrafo. Para evitar este tipo de pregunta lo más importante es que desde el inicio de curso se lleven a cabo rutinas que los alumnos puedan interiorizar. Hay que pensar que son muchas las asignaturas y que cada docente tiene una forma de llevarla a cabo. Tal vez si entre todos los docentes pudiéramos llegar a acuerdos de centro, preguntas como estas acabarían por desaparecer.
5. ¿Qué página has dicho? Siempre he dicho que un docente debe enseñar a aprender, pero creo que también debe enseñar a escuchar y a leer. Es otra de las preguntas de las que difícilmente nos podemos escapar… o no. Creo que en este sentido es importante analizar cómo, cuándo y de qué manera damos información a nuestros alumnos. Si queremos evitar esta pregunta, otra vez es importante recurrir a determinadas rutinas. Podemos dar la información de viva voz, escribirla en la pizarra o dar la información de forma complementaria, escribiéndola en la pizarra y diciéndola en voz alta. Aún así, si queremos evitar que nos hagan continuamente esta pregunta, de lo que se trata es de hacerla en el momento adecuado o enseñar al alumno que interiorice la forma en que daremos dicha información. Sobre cómo empezar una clase os recomiendo la lectura del artículo titulado 5 consejos para empezar con buen pie una clase.
6. He acabado el examen. ¿Qué hago ahora? ¡Vaya con la pregunta! De lo que no cabe duda es de que no pedemos evitar que un alumno acabe antes de tiempo una prueba o examen, o que todos los alumnos acaben el examen a la vez. Debo confesar por mi parte que el momento en que los alumnos finalizan una prueba o examen es un momento algo estresante porque se tiende a perder el control de la clase en función del grupo que tengamos. Es por ello que creo conveniente que nos avancemos a la pregunta. De alguna manera ya respondí a esta pregunta en el artículo titulado 10 útiles consejos para elaborar con éxito un examen. Antes de la realización del examen es importante que quede claro a todos los alumnos qué deben hacer si acaban una prueba antes de tiempo. Dicha actividad dependerá, por supuesto, de la materia que se imparta, pero puede ser un buen momento para que revisen la agenda, realicen alguna actividad pendiente que no han acabado de alguna asignatura, lean algún capítulo de un libro o, simplemente, escriban o dibujen algo en su cuaderno. Es importante que interioricen lo que harán al finalizar una prueba, porque de ello dependerá el gran medida que la clase no se descontrole o se produzcan conductas disruptivas que pueden perjudicar a alumnos que todavía no han finalizado la prueba o examen.
7. ¿Tienes los exámenes corregidos? Tened muy presente siempre esta pregunta y recordad la frecuencia con que os la formulan. Soy consciente del tiempo que supone la corrección de un examen, más aún cuando se trata de grupos numerosos o de enseñanzas superiores. Pero es una pregunta que nos debe mantener en alerta. Me parece muy importante al respeto que seamos diligentes y rápidos con la corrección de las pruebas que realizamos a nuestros alumnos. Sin duda, la rapidez en la corrección siempre jugará a nuestro favor y es algo tremendamente valorado por muchos de nuestros alumnos. Es una forma de ganarnos su respeto y además creo que les damos un magnífico ejemplo de nuestra dedicación.
8. ¿Hay que copiar el enunciado? Esta es otra de las preguntas que creo totalmente innecesarias. Sin duda se corrige con la rutina. Desde el inicio de curso hay que dejar claro cuáles son las normas o modos de proceder de nuestra asignatura. Y nuestro trabajo consiste una vez más en que interioricen dicha rutina en beneficio del buen desarrollo de las sesiones lectivas. Aún así, es conveniente que nosotros seamos consecuentes al respecto, y si hemos decidido que deben copiarse los enunciados, hay que mantener dicha norma a lo largo del curso.
9. ¿Para qué sirve…? Esta otra de las preguntas que duelen. Y digo que duelen porque creo que esconden un aspecto que a veces dejamos de lado, y es la diferencia entre explicar y enseñar. Para mí son dos conceptos significativamente distintos. Quiero pensar que si tan sólo nos esforzamos en explicar en nuestras clases, la pregunta para qué sirve será una pregunta muy recurrente, porque los alumnos no le verán la utilidad a aquello que les estamos transmitiendo. De lo que se trata es de que nos esforcemos en enseñar. Si así lo hacemos desde el principio, dejaremos muy claro qué perseguimos con lo que enseñamos y cuál es su propósito, su finalidad y, como no, su utilidad.
10. … He creído conveniente, como he hecho ya en otros artículos, dejarte la última pregunta para que seas tú el que la formules a partir de lo que te preguntan tus alumnos en clase. Estoy convencido de que dichas preguntas nos traerán magníficas respuestas.
Si habéis llegado hasta el final del artículo, posiblemente una de las palabras a las que más he recurrido ha sido la palabra rutina. Sigo insistiendo que me parece un término imprescindible y muy a tener en cuenta. Ved si no lo que dice la Real Academia de la Lengua al respecto del vocablo rutina: Costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas. Dejemos, por tanto, que adquieran dicha rutina, para que así estén en posición de preguntar sobre lo que no han podido entender de aquello que les hemos enseñado.
Os dejo, al respecto, una cita de Fernando Savater:
El problema no son las preguntas que los niños formulan, sino las que nosotros nos tenemos que hacer luego.